Guardo
desde hace algún tiempo
Un
par de hermosas vivencias
Deseaba
encontrar ese momento
Que
contártelo me permitiera.
Aquel
trece de septiembre
La
mañana me hizo escribir
La
tarde, inesperadamente
Quiso
que me acordara de ti.
Vino
tu nombre al pensamiento
Tras
recibir un pequeño regalo
Y
como de costumbre el sentimiento
Una
bella letra puso en mis labios.
Recibí
una pequeña estampa
Con
el Cristo de los Gitanos
Una
breve dedicatoria la acompaña
Desde
entonces, la tengo a mi lado.
Al
entregármela mi amiga comentó
Este
es el Señor de San Román
Después
mi voz serena le contestó
Tengo
una copla que nombra esa madrugá.
Cinco
días más tarde
Lo
visité por un instante
En
su basílica por un instante
A
Jesús del Gran Poder.
En
su templo entré despacio
Sin
apenas mediar palabra
Después
de contemplar su manto
Me
encontré de pronto con su mirada.
Me
detuve por un segundo
A
contemplar sus ojos serenos
Mientras
se escapaba un suspiro profundo
Tras
un sencillo y breve Padre Nuestro.
Me
fui alejando lentamente
Con
emoción en el semblante
Con
la promesa de volver nuevamente
Para
vivir ese imborrable instante.
Me
fui alejando lentamente
Con
emoción en el semblante
Con
la promesa de volver nuevamente
Nazareno,
sencillamente a rezarte.
Me
fui alejando lentamente
Mientras
en silencio pensaba
Ese
momento francamente
Lo
llevaré muy dentro del alma.
El
Cristo de San Román
Me
suena a copla en primavera
El
Gran Poder en su bella madrugá
Sencillamente,
es oración y leyenda.